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domingo, 27 de diciembre de 2015

26 - Personas y personajes de la historia de Estudiantes

Inauguramos una nueva sección dedicada a la multitud de personajes que, a través de nuestra rica historia, se han destacado en cualquier aspecto: jugadores, dirigentes, técnicos y, especialmente, hinchas. 

Si bien no faltarán los homenajes a los personajes históricos como Zubeldía y Bilardo, la idea de esta sección es que sea un homenaje a los hinchas y personajes anónimos que también forman parte de nuestra historia, ya que de los principales actores deportivos y dirigenciales hemos hablado bastante en las demás entradas del blog.

El orden no será ni alfabético ni cronológico; será totalmente aleatorio según se me vayan ocurriendo nombres y personajes para destacar. Espero que les guste y un fuerte abrazo pincharrata.







Figurita difícil (IV): Fernando Kuyumchoglu, un pincha por adopción

 

Ser del Pincha es una opción,
no cabe duda ninguna,
algunos por elección,
otros desde la cuna.


Muchas nacen de Estudiantes, se forman en las inferiores y llegan a triunfar en primera. Pero existen otros que son “hijos adoptivos” del León. Y entre ellos se destacan grandes figuras de nuestra institución, como Zubeldía o Bilardo, como Sabella o Trobbiani, o más recientemente la Gata Fernández. Y a este grupo –aunque con menor éxito– pertenece Kuyumchoglu.

Fernando Juan Kuyumchoglu (Kuchumchoglu para todo el mundo) fue un marcador lateral/volante derecho surgido de las inferiores de River que saltó a la fama de repente al integrar la Selección Argentina Sub 16 que ganó de punta a punta el Sudamericano de 1985, en un equipo integrado por figuras de la talla de Hugo Maradona (hermano de Diego), Fernando Redondo, Lorenzo Frutos, Pedro Salaberry, entre otros, dirigidos por Carlos Pachamé. En ese torneo se dio el gusto de marcar un gol en la goleada ante Bolivia por 5 a 1, partido jugado en la cancha de Gimnasia y Esgrima La Plata.

Goleada 5 a 1 a Bolivia, con gol de Fernando Kuyumchoglu.

Debutó en la primera de River en 1988 de la mano de Carlos Timoteo Griguol. También estuvo preseleccionado por Carlos Bilardo antes del Mundial de Italia 1990 pero su carrera se desvaneció cuando fue transferido al Olympiakos de Grecia, donde jugó muy poco y desapareció del radar futbolístico.

Con apenas 21 años, retornó a la Argentina para jugar en Estudiantes la temporada 89/90, en un equipo que empezaba a mostrar bastante irregularidad dirigido por Eduardo Solari y terminó 16° en la tabla de posiciones. Los hinchas lo recordábamos de aquella fantástica Selección juvenil y por su apellido impronunciable, y él dejó un grato recuerdo como un aguerrido volante que jugó 24 partidos y marcó un gol.

Recuerdo un partido al inicio de ese campeonato con Fernando Kuyumchoglu en el banco de suplentes. En el segundo tiempo, Solari prepara un cambio y manda llamar a Claudio Chena, un delantero de paso intrascendente por el club. Pero la gente quería ver a la nueva adquisición, al pibe que había brillado en la Selección juvenil, por lo que el estadio estalló: “Solari, Solari, dejate de joder; ponelo a Kuchumchoglu que lo queremos ver…”. El DT captó el mensaje de la gente, hizo sentar de nuevo a Chena y mandó a precalentar a Kuyumchoglu, que entró a la cancha con una emoción propia de pibe en un cumpleaños.

No fue un crack y no brilló en Estudiantes, que atravesaba épocas difíciles en lo futbolístico e institucional. Pero en apenas un año Fernando Kuyumchoglu se hizo querer por el hincha, con su despliegue generoso y su sacrificio táctico. También el club lo marcó de por vida, pasando a ser un hijo adoptivo del Pincha, al punto que reconoce que “Estudiantes es su segunda casa”.

"Me tocó jugar una supercopa, ganarle a Gremio en Porto Alegre después de años que no perdía de local. Viví cosas muy lindas que me formaron como persona. Es difícil pasar un año por un club y que la gente te recuerde. En mi llavero tengo una foto de cuando jugaba en Estudiantes, son cosas que a uno le quedaron y que siempre que va al club o pasa tiene gente amiga".


El recuerdo del pibe del apellido impronunciable perduró en el tiempo, al punto que fue unos invitados para disputar el partido de las estrellas en la reinauguración del Estadio UNO Dr. Jorge Luis Hirschi, el 9 y el 10 de noviembre de 2019.

El Gráfico: Fernando Kuyumchoglu
Clarín: El griego fugaz
Enunabaldosa: Kuyumchoglu Fernando





Cracks pincharratas (IV): El “Beto” Infante, inventor de la rabona


Ricardo Infante es el eslabón perdido entre el Estudiantes de Los Profesores, de los primeros años del Profesionalismo, y el Pincha de Osvaldo Zubeldía que fue campeón del mundo en 1968. Delantero elegante, habilidoso y también pícaro, podría haber jugado en cualquiera de esos dos históricos equipos. Sin embargo, su carrera transcurrió entre 1942 y 1961, antes de la época de gloria de la historia Pncharrata.

“Centro de Manuel Gregorio Pelegrina y gol de Infante de cabeza”. La jugada, calcada, se repitió una y otra vez durante los partidos en los que ambos compartieron la delantera. El primero iba por afuera, a la vieja usanza de un wing, y el segundo, con su cabezazo letal, por adentro, para ser el martillo en el área. En gran parte gracias a ellos, el Estudiantes de la década del cuarenta se destacó por su depurado estilo de juego y fue un frecuente animador de los torneos, pero nunca llegó a pelear seriamente por el título. Se lo impidió el favoritismo que los árbitros, sin demasiado disimulo, le profesaban a los equipos grandes, y también la enorme cantidad de jugadores de calidad que había en casi cualquier club de Primera. Sacando las consagraciones en la Copa Escobar de 1944 y en la Copa de la República de 1945, dos certámenes locales menores, discontinuados al poco tiempo, el mejor resultado que obtuvo Infante en su primera etapa albirroja fue un tercer puesto en el Campeonato de Primera División de 1944.

El Beto Infante en la tapa de El Gráfico N° 1316 (año 1944).

La gran actuación se repitió en 1948, y el Pincha ocupó el último escalón del podio por detrás de Independiente y River. El 19 de septiembre de ese año, además, el delantero le convirtió un recordado gol a Rosario Central, en el viejo estadio de 1 y 57. ¿Cómo fue? A 35 metros del arco rival recogió el rebote de un violento disparo de Julio Gagliardo y, como la pelota le había quedado en una posición incómoda para su condición de diestro, pasó su pierna derecha por detrás de la izquierda y sacó un remate fortísimo y de perfecto recorrido que superó al arquero Pedro Botazzi y se clavó en el ángulo. Estudiantes ganó 3-0, pero la memoria se congeló en esa definición fantástica que, por lo desconocida, ni siquiera tenía un nombre.

“El infante que se hizo la rabona”, tituló El Gráfico después del partido, y realizó una producción en la que el delantero posaba enfundado en un guardapolvo escolar. Por aquellos tiempos, “hacerse la rabona” era sinónimo de faltar al colegio sin consentimiento de los padres, y desde entonces la jugada pasó a llamarse así. Lo curioso del caso es que en la actualidad, a falta de una traducción o de una denominación más acertada, esa acción sigue llevando ese nombre, incluso en inglés o en francés.

Mural de la rabona de Infante en Puerto Madryn.

Lamentablemente, todavía no existía la televisación de los partidos (empezó recién en noviembre de 1951) y los medios gráficos sólo cubrían los choques principales. En aquella fecha la atención de la prensa se posaba, casi exclusivamente, sobre el decisivo encuentro que jugarían Boca e Independiente en La Bombonera y que terminaría ganando 2-1 el Rojo, a la postre campeón de ese torneo. Por lo tanto, sin registros fílmicos, el único testigo fotográfico que queda de la rabona inaugural de Infante es una imagen obtenida, desde el costado izquierdo del arco de la calle 57, por un reportero de un desaparecido diario platense. En ella, se ve cómo la pelota, suspendida en el aire, tiene un irremediable destino de gol.

El gol de “rabona”. Única foto existente, que registró el diario “El Argentino” de La Plata.

Luego de concretada su obra cumbre, Infante siguió destacándose en Estudiantes junto a una delantera legendaria compuesta, alternativamente, por Juan José Negri, Francisco Arbios, Manuel Pelegrina y Julio Gagliardo. En diciembre de 1952, cuando llevaba ya diez años en Primera, tuvo su primera chance en la Selección. A juzgar por los resultados, no la desaprovechó: se estrenó en un amistoso ante España, jugado en Madrid, y la Albiceleste ganó 1-0 gracias a su aporte goleador.

El idilio de Infante con Estudiantes se rompió, abruptamente, en enero de 1953. En un confuso episodio en el que las versiones se bifurcan, el club fue intervenido por el gobierno peronista a través de la CGT. La historia oficial dice que el hecho se desencadenó cuando la comisión directiva se negó a repartir, entre sus socios, el libro “La razón de mi vida”, escrito por Eva Perón, que era utilizado en las escuelas de enseñanza media por iniciativa del Ministerio de Educación. Sin embargo, otras voces sostienen que, en una época de extrema polarización partidaria, la intervención fue una venganza hacia los dirigentes de Estudiantes, que tenían una raigambre política socialista y radical, dos facciones opositoras al oficialismo. La ocupación del club se dio, además, en un período en el que La Plata había pasado a llamarse Eva Perón por un decreto del presidente Juan Domingo Perón, firmado luego de la muerte de su mujer. La capital de la Provincia de Buenos Aires sólo recuperaría su nombre en 1955, tras el ascenso del gobierno de facto de la Revolución Libertadora.

Cualquiera sea la versión real, lo cierto es que la intervención fue demoledora para las aspiraciones de Estudiantes. Una decena de jugadores tuvieron que abandonar el club por sus orientaciones antiperonistas, y entre ellos, se encontraban Infante y Pelegrina. El inventor de la rabona recibió, entonces, ofertas para jugar en el fútbol europeo y también en Millonarios, donde buscaban al sucesor de Alfredo Di Stéfano, que ya estaba afincado en España y se debatía entre el Barcelona y el Real Madrid. No obstante, cuando Infante ya tenía todo arreglado con el equipo colombiano, un llamado de Pelegrina lo hizo cambiar de parecer y juntos se fueron a jugar a Huracán.

Infante, Ogando y Pelegrina, luego que la “intervención peronista”
los “vendiera” a Huracán (El Gráfico Nº 1755, del 27-03-1953).

Pelegrina sólo disputó el campeonato de 1953 en el Globo, pero Infante se quedó hasta 1956. En total convirtió 31 goles en 94 partidos y ese mismo año regresó a Estudiantes, que ya se había recuperado institucional y deportivamente luego de pasar una sufrida temporada en la antigua Primera B. En su regreso al Pincha ya no estaba Pelegrina, que en el tramo final de su carrera despuntaba el vicio en el ascenso jugando para Cambaceres, por lo que se convirtió en el referente indiscutido del equipo.

Luego del Mundial de Suecia de 1958, en el que integró el plantel como suplente, empezó el declive futbolístico de Infante. Una lesión en su habilidosa pierna derecha comenzó a mermarlo en sus posibilidades y, en sus últimos años, sus intervenciones goleadoras se hicieron cada vez más esporádicas. No obstante, el físico lo acompañó hasta el final y fue él quien se despidió del fútbol y no viceversa: “Yo siempre tuve mucha suerte, porque me tocaron compañeros muy buenos y, además, siempre me salió bien cuando me tocó definir frente al arco. Y más allá de lo que podía dar como jugador, iba a todas las pelotas, nunca me daba por vencido. Tuve un angelito que me acompañó en las buenas y en las malas y que me dio la posibilidad de jugar veinte años como profesional en una época inigualable. Cuando vi que ya no me sentía cómodo, decidí dejarle el lugar a un pibe”.

En Estudiantes estuvo hasta 1960, cuando los dirigentes le agradecieron por los servicios prestados y optaron por no renovarle el contrato. Al momento de su partida, entre sus dos etapas, dejaba un legado de 180 goles en 329 partidos. Convencido de retirarse, torció su decisión cuando un amigo suyo, que formaba parte de la dirigencia tripera, le ofreció jugar en Gimnasia. Infante aceptó y el campeonato de 1961 lo disputó en el Lobo. Terminado el año, y luego de convertir seis goles en 16 encuentros, se retiró a los 37 años.


“¿Te gustaba gambetear?”, le preguntó Raúl Goro, un periodista de El Gráfico, una vez que había abandonado el fútbol. “Más que eso –respondió–, me gustaba hacer túneles, farrear al contrario haciéndole pasar repetidamente la pelota por sobre la cabeza, esperarlo y, pisándola, hacer que pasara de largo de nuevo... En fin, hacía toda esa serie de recursos que son lindos para los chiquilines inconscientes”.

Cuando se retiró, continuó ligado al fútbol. Trabajó en las inferiores de Estudiantes y formó juveniles hasta la década del ochenta. Mientras tanto, siguió discutiendo del juego con pasión y lamentando, siempre con humildad, la poca repercusión que tuvo su gol de “hachita”, como él le decía a la rabona, por la precariedad de la tecnología de la época. Falleció en La Plata, a los 84 años, el 14 de diciembre de 2008.


Sus dos cuentas pendientes fueron consagrarse campeón y ser el goleador de un torneo. Si bien no logró ni una cosa ni la otra, Infante es, en la actualidad, el séptimo máximo anotador de la historia del Profesionalismo con 217 goles en 439 partidos. Jugador elegante y desfachatado, mortífero en el área e inventor de la rabona, fue un símbolo de la década del 40 en Estudiantes y para ello no necesitó títulos ni distinciones. Le bastó con ser un rey sin corona.

Fuente: Ricardo Infante: El rey sin corona (Revista El Gráfico)




Mitos Pincharratas (I): La leyenda de Kiricocho


Estudiantes de La Plata es un club único, con su propia impronta y un particular ADN que lo identifica y lo diferencia de cualquier otro club de la Argentina o del mundo. La Mística como le decimos nosotros. Pero hay también un conjunto de mitos que, cual "Los Mitos de Cthulhu" de Lovecraft, conforman un universo propio, personal, 100% pincharrata, que nos define tanto o quizás más que los logros deportivos alcanzados por la institución.

Entre esos mitos destaca con luz propia la leyenda de Kiricocho. Cuenta la leyenda que Kiricocho era un hincha de Estudiantes terriblemente mufa, al punto que cuando iba a presenciar los entrenamientos del equipo al retorno de Bilardo en 1982 siempre ocurría alguna desgracia, como la lesión de un jugador.

La leyenda de Kiricocho.

Bilardo, cabulero de ley, tuvo la genial idea de enviar a Kiricocho a recibir a los planteles rivales para "mufarlos". El maleficio funcionó y como dice el Narigón, "no son cábalas, son costumbres", que se repitieron durante todo el Torneo Metropolitano de 1982. Y como los pinchas desde chiquitos creemos en Brujas, el equipo del Narigón ese año se consagró campeón, perdiendo un sólo partido ante Boca, el único rival al que Kiricocho no pudo acercarse para recibirlos por el accionar de la seguridad privada contratada por Boca Juniors.

Y así Kiricocho se convirtió en una leyenda que trascendió a Estudiantes de La Plata. En la actualidad, cuando se va a ejecutar un penal, es común escuchar en los estadios argentinos el grito de "¡Kiricocho!", buscando mufar al pateador. Pero más sorprendente aún es escuchar el grito de "¡Kiricocho!" en otros países, como España, Italia Francia o la MLS de EEUU. 

Diario Marca del 26/10/2009.

Carlos Bilardo en la temporada que dirigió al Sevilla y el Cholo Simeone desde hace años en el Atlético de Madrid han comprobado con asombro la vigencia de Kiricocho en el viejo continente. Hasta un jugador español reconoció que usó el "¡Kiricocho!" en la final del Mundial 2010 que consagró campeón a España.

Personalmente, debo reconocer que he utilizado la invocación de Kiricocho en algunos partidos de mi querido Pincha y que generalmente funciona. Eso sí, hay que ser prudente. Como toda invocación "sobrenatural", Kiricocho no puede ser tomado a la ligera ni invocarse 5 veces por partido. No. Es sólo para casos excepcionales y extraordinarios, no para un córner en contra.

Esta era digital y de redes sociales ha llevado a Kiricocho al ciber-espacio, donde se convirtió en una marca de ropa cuyo slogan es "sacate la mufa": https://www.kiricocho.com.ar/ Y la CONMEBOL realizó esta año 2021 un spot publicitario de la Copa Libertadores de América utilizando el mito de Kiricocho.

Publicidad de la CONMEBOL para la Copa Libertadores 2021.

Y en julio de 2021, en la definición por penales de la Eurocopa entre Inglaterra e Italia, Giorgio Chiellini, el experimentado defensor de la Juventus y capitán de la Azurra, gritó "Kiricocho" en el penal decisivo de la final en Wembley que le dio el trofeo a Italia.

Si señores, Kiricocho ya es internacional. De La Plata para el mundo, otra costumbre pincharrata.

 



Personas y personajes del tablón (V): El Ruso Grignola, el bombo más grande del mundo


Entre los destacados personajes del tablón no podía faltar Alberto Mauricio Grignola, el “Ruso del bombo” para todos los pinchas.

Este laburante de una carnicería iba a ver a Estudiantes desde los 11 años, primero sólo y luego con una banda de amigos que hizo en la tribuna. Así se fue convirtiendo en una figura emblemática y destacada, reconocido por todos los hinchas desde principios de la década de 1960 hasta cerca del año 2000.

El Ruso y su bombo en la década del 60' (Fuente: 110★1905-2015, p. 195).

Al igual que el Pelapapas, el Ruso también estaba ligado a una comparsa donde tocaba su instrumento, dividendo su pasión entre los corsos y la tribuna.

El Ruso contó que se hizo hincha de Estudiantes a pesar de su padre bostero: “"Mi viejo es hincha de Boca, siempre quiso que yo lo fuera, pero a mí siempre me gustaron los colores de esta camiseta y así fue como me hice pincha".

Estuvo en todas las grandes campañas pincharratas, desde la época de Zubeldía, los campeonatos de 1982/1983 y el ascenso de 1995. Pero también estuvo siempre en las malas. Decía que su familia sufría mucho cada vez que él iba a la cancha, porque "saben que defiendo a muerte estos colores y tienen miedo que algún día me pase algo. Pero también saben que a Estudiantes lo llevo en la sangre, que nací y moriré pincharrata".

El Ruso del bombo y el Pelapapas, con la banda de los años 80'.

Yo recuerdo una anécdota de finales de los años 80’: eran épocas de vacas flacas y campañas mediocres, pero el Ruso estaba siempre con su bombo en la tribuna. En un partido se produjeron incidentes y la policía reprimió sobre la tribuna de calle 55. Me encontraba con unos compañeros del colegio en esa tribuna, donde nos tuvimos que correr hacia la ochava de 1 para evitar los gases lacrimógenos de la policía. En eso, al mirar hacia la cabecera donde estaba la barra, veo a un gigante rubio emerger de una nube de gas con un enorme bombo sobre su cabeza. Para los pibes era como ver a Rambo en la tribuna, a uno de esos personajes de Hollywood que no lo paran ni las balas…

Pero lamentablemente, por caprichos del destino, "El Ruso" falleció en 2001, luego de una victoria por 2-1 frente a Gimnasia en 1 y 57. Su recuerdo, como el de tantos otros hinchas que dieron todo por el club, permanece intacto.

El Ruso del bombo y la banda Pincha en la campaña del ascenso 1995.




Grande entre los grandes (III): Osvaldo Zubeldía


En un blog dedicado a la historia de Estudiantes de La Plata la figura de don Osvaldo Juan Zubeldía, el Zorro, se vuelve ineludible. Verdadero creador del ADN pincharrata, maestro de Carlos Salvador Bilardo y tantos otros, Zubeldía y su método de trabajo sacaron del ostracismo a Estudiantes de La Plata y lo cubrieron de gloria. Don Osvaldo revolucionó al club y, a través de él, a todo el fútbol argentino.

Yo podría intentar escribir una reseña del viejo zorro del fútbol, pero sin duda, no podría superar la belleza del cuento que el recientemente fallecido Osvaldo Whebe le dedicó a Zubeldía en el año 2002, al cumplirse 20 años de su partida.


El de buzo es don Osvaldo (Osvaldo Alfredo Wehbe - Argentina)
Hola, don Osvaldo, van veinte años. Se pasa el tiempo. Siempre con el buzo de entrenador puesto. Qué fenómeno. ¿Así que tiene a su cargo un equipo por allá? Yo no sé bien dónde es allá, pero me late que es un lugar donde va la gente muy buena. Como usted. Me dijeron que hay un angelito de alas cortas que va muy bien al primer palo en los corners. Y también sé, porque si bien no está escrito, está claro que Eduardo Manera trabaja a su lado.
Veinte años, don Osvaldo Zubeldía. Recuerdo que salía con unos amigos de una playa en Punta Mogotes y en la radio del viejo 1500 dijeron que usted había sufrido un paro cardíaco, en una reunión hípica en Colombia. Era el 17 de Enero del 82. Cuando usted tenía 54 años y ya los muchachos, Carlos Bilardo, el mismo Manera, iban a sacar campeón a Estudiantes. A ese pincharrata que le debe tantas alegrías y en cuyo ambiente su nombre es sagrado. 
Don Osvaldo... me voy a permitir contarle a los más pibes y recordarles a los otros, algo de su vida futbolera. Saben ustedes, Osvaldo Zubeldía era entreala izquierdo. Nació en Junín y allí jugó hasta que lo descubrió Vélez. Se lo llevó y en la primera temporada adquirió notoriedad por convertirle tres goles a Amadeo Raúl Carrizo. Corría 1949. Jugó en el Fortín hasta el 55, siendo subcampeón en el 53. Pasó a Boca entre el 56 y 57 y luego a Atlanta en el 58 y 59. Se retiró en el ascenso en Banfield en 1960. 
Esa fue la carrera como jugador de Osvaldo Zubeldía, quien trascendió a extremos brillantes como director técnico, iniciado en el cuerpo técnico de Atlanta junto a Améndola y Mogilevsky; hizo el curso de entrenador junto con Argentino Geronazzo, asesoraron a Benicio Acosta en Banfield, fueron contratados por Vélez en el 64 y al año siguiente Estudiantes de La Plata. Allí la historia es más conocida, fantásticamente conocida. Arranque para zafar del descenso y luego todos los triunfos, locales e internacionales, un torneo de AFA, tres Libertadores, una Intercontinental y una Interamericana. Le quedó tiempo en el 74 para ser campeón con San Lorenzo en el Nacional. 
Más o menos así es la historia de don Osvaldo Zubeldía. Gracias a usted por permitirme contársela y perdón, don Osvaldo, por ser tan sucinto en narrar una historia enorme y grandiosa, feliz y emocionante. Una historia conmovedora por donde se la mire y se la escuche. Los choques sudamericanos con Palmeiras, con el Nacional; los inolvidables ante Racing e Independiente en campeonatos de acá y copas, que si uno estaba en la tribuna terminaba raspado y magullado. 
Don Osvaldo señor. Respetado por el mundo fuera de la cancha, amado por sus dirigidos dentro. Sabedores, intuitivos que se trataba de un adelantado que no satisfacía los intereses de los grandes medios. Cómo era eso de ganar todo con Estudiantes en detrimento de Boca, River y los demás. Por eso lo del antifútbol, lo de la violencia como bandera, todo el vilipendio contra el pincha de Zubeldía, que no era un equipo de blanditos, pero que no era más terrible que el resto. 
Y ahora pasaron veinte años, Don Osvaldo. Cuando se fue una tarde en Medellín, en los tiempos que dirigía a Nacional. Cualquier relación, de Medellín, Gardel y su figura como técnico es un juego de palabras, una tentación periodística. Y allí está usted, don Osvaldo, con el buzo puesto, dirigiendo, repitiendo jugadas, guiñando el ojo a sus jugadores que saben que sacarán ventajas de las permitidas en el partido contra la selección de las otras nubes. “Miren que para ellos juega el arcángel rosado, que es zurdo y la hace de goma... vos, angelito negro, vas a ir encima de él”. 
Y fíjese, don Osvaldo, perdone otra vez, ahora por la distracción en el entrenamiento; mire a la tribunita chica, ese señor pelado, medio grandote y gordo, ese silencioso hincha, ese que parece cantar aún sin alpiste, que no siempre abrió el cajón de su propio respeto, ese que me decía que no hay salvación si no es con todos, todas esas frases que Paxi Andión le tiró a su padre en una bellísima canción; bueno, ese don Osvaldo es mi viejo. 
Como yo sé que él no se va a acercar a saludarlo, por no ser inoportuno, le doy yo las gracias por haberle causado tanta felicidad en vida. Esa necesaria pizca que les da el fútbol a los laburantes. Sólo que en el caso de papá fue inesperado. Él se hizo de Estudiantes en los años 30 y se resignó a las alegrías esporádicas y espasmódicas. Pero resulta que llegó usted y le cambió la escenografía de hincha. 
Disculpe la interrupción maestro, siga laburando. Veinte años sin usted son muchos. Seguro que el llamado prematuro del cielo nos privó de algunas cosas relevantes. Pero no importa, no es cuestión de pretender tanto. Con haberlo tenido ese buen rato es más que suficiente. 
Ahí sigue la práctica. El de buzo es don Osvaldo Zubeldía. Y el de los ojos brillantes de asombro en la tribunita, es Alfredo. Mi papá pincharrata.

Fuente: Blog Los cuentos de la pelota




Cracks pincharratas (III): Raúl Madero, un líbero de galera y bastón


Raúl Horacio Madero fue un defensor particular, que dejó su sello distintivo en el fútbol argentino. Fino, casi hasta la exquisitez, provocaba una enorme admiración verlo en acción con su zurda verdaderamente magistral.

En aquel inolvidable equipo de don Osvaldo Zubeldía, donde Estudiantes vivió su época de mayor esplendor y gloria, Raúl Madero era uno de los jugadores más veteranos (nació en la ciudad de Buenos Aires, el 21 de mayo de 1939) y de esta manera aportaba su cuota de experiencia.

Madero resultó ser uno de los pocos jugadores foráneos que integraron ese gran equipo albirrojo. Sus primeros pasos en el fútbol los dio en las divisiones inferiores de Boca Juniors. En 1962, la entidad de la Ribera lo cedió a préstamo a Huracán, donde actuó con buen suceso en el equipo superior. Tras su corta, pero productiva experiencia en Huracán, Madero regresó a Boca. El defensor no fue tenido en cuenta por el director técnico xeneize de esa época y entonces se lo cedió a Estudiantes como parte de pago de la transferencia de Juan Carlos Rulli al club boquense.

"Cuando llegué a La Plata sentí una satisfacción muy profunda", comenta el propio Madero, a lo que al respecto agrega que "en Estudiantes tuve la suerte de integrar planteles magníficos, pero jamás voy a olvidar la profesionalidad y los atributos de aquel equipo que tan extraordinariamente conducía don Osvaldo Zubeldía. Allí la mancomunión de esfuerzo de todos, sin olvidarme de los dirigentes y de la hinchada, resultó algo incomparable."

Madero con la Copa Intercontinetal en Old Trafford.

Raúl Madero hizo su debut con la camiseta albirroja el 28 de abril de 1863, en oportunidad que Estudiantes se midió con Bánfield, en la cancha del Taladro. Desde ese momento fue "número puesto" en la alineación pincharrata. Arrancó jugando como mediocampista, con un muy buen éxito en el aspecto ofensivo, pero en el balance general su rendimiento declinaba en forma notoria por su falta de aptitud para la marca.

Con la llegada de Zubeldía a Estudiantes, Madero comenzó a sufrir una metamorfosis como jugador. Al técnico no le gustaba su estilo y llegó a anunciar públicamente que iba a prescindir de él. Madero –un hombre de gran inteligencia– entendió el mensaje y entró en la técnica general. Así comenzó a trabajar con una dedicación ejemplar y renunció a lo superfluo tornándose en un jugador de gran practicidad. Al final, el entrenador le halló el puesto justo: marcador central izquierdo, donde verdaderamente deslumbró.

Con su compañero de zaga central, Aguirre Suárez, un complemento perfecto.
Madero era zurdo, exquisito, no pegaba; Aguirre Suárez aportaba el rigor y la pierna fuerte.

La riqueza en su manejo y su inteligencia natural lo convirtieron en el jugador ideal para ocupar la posición de líbero. Estudiantes tenía así una salida clara y la precisión de su pegada lo hicieron a Madero dueño de los penales y de cada una de las jugadas con pelota parada.

30 de diciembre de 1969. Último partido de Madero que, como capitán, saluda a Pedro
Rocha en la consagración de Peñarol por la Supercopa de Campeones Intercontinentales.

En el Pincha ganó todos los títulos que conquistó el equipo de Zubeldía, con excepción de la Copa Libertadores de 1970. Posteriormente, fue el médico del plantel de la Selección Argentina de Fútbol durante el ciclo conducido por Carlos Salvador Bilardo (1983-1990).

Raúl Madero con la albirroja y con la Copa del Mundo en 1986.

Fuente: "La Historia de Estudiantes de La Plata, orgullo de la ciudad", Eds. Atlántica, T. I, p. 132.




Personas y personajes del tablón (IV): José Menno, el boxeador Pincha


José Umberto (sin hache) Menno fue un boxeador platense, nacido en 1936 en el barrio de Tolosa y fanático de Estudiantes de La Plata. Peleó en la categoría Pesado, fue amigo de Oscar “Ringo” Bonavena y de “Goyo” Peralta, “sparring” de Carlos Monzón, preparador de muchos boxeadores locales y promotor.

Tuvo una extensa carrera como boxeador, con 150 combates, 70 como amateur y 80 como púgil profesional. Su trayectoria no se limitó al plano local, ya que peleó en Francia, Italia y Alemania, e incluso, en el mítico Madison Square Garden de Nueva York. Posteriormente, se convirtió en entrenador, desempeñándose en países como Australia, Costa de Marfil y Argelia.

Grandes amigos: José Menno y Oscar "Ringo" Bonavena.

Fanático pincharrata, se dice que lo mandaron a los gimnasios sus compañeros de la barra de Estudiantes de La Plata. Y esa doble condición de boxeador y pincharrata lo llevó a protagonizar una recordada anécdota.

El Pincha debía disputar la final de la Copa Libertadores de América frente a Peñarol de Montevideo, en el estadio Centenario. En aquellas épocas, los partidos de copa eran verdaderas batallas, tanto dentro como fuera de la cancha. Obviamente, se trataba de “paradas bravas”, no aptas para blanditos ni llorones, situaciones a la que el equipo de Zubeldía se supo adaptar desde el primer momento.

Curtidos en lo difícil que resultaba jugar en Montevideo ante los clubes uruguayos, los jugadores de Estudiantes de La Plata decidieron contratar al púgil José Menno, campeón argentino y sudamericano de la categoría mediopesado para que los acompañara como guardaespaldas en el estadio Centenario.


Cuando el micro con los jugadores de Estudiantes llegó al estadio Centenario, los estaban esperando 6 boxeadores uruguayos, para “ablandarlos” un poco. José Menno encabezó la fila de jugadores pincharratas en el camino hasta los vestuarios, trompeándose con sus “colegas” uruguayos. Dicen que perdió por puntos, pero logró el objetivo de proteger la integridad física de nuestros players. El trayecto del vestuario al túnel fue diferente: caminó con una barreta de hierro en una mano.

“El boxeador argentino José Menno hizo una exhibición pugilística –no en el ring sino en los pasillo del estadio– y terminó con un ojo hinchado”, escribió Osvaldo Soriano en un artículo publicado en la revista Panorama.

Al final del partido, ya en los vestuarios, Menno y Pachamé se enfrentaron mano a mano contra los hinchas de Peñarol que querían ingresar al vestuario: “Me pegaron más ese día que en toda mi carrera”, recordó el púgil platense.


Este caracterizado hincha albirrojo falleció el 18 de noviembre de 2014 a los 78 años, luego de una larga enfermedad. Dejó una huella imborrable en el boxeo platense, deporte que ayudó a difundir entre los más humildes, ya que sostenía que “el boxeo ha salvado a mucha gente de la calle, de los barrios precarios, para abrir un camino en la vida”.




Grande entre los grandes (II): Jorge Luis Hirschi


Fue el socio número 44 de Estudiantes (además de socio fundador) y jugador profesional del club desde 1906 hasta 1914. Miembro del plantel que ascendió a primera en 1911, también estuvo en el equipo de 1913 que le dio el primer campeonato a Estudiantes. Fue el segundo goleador de la campaña del ascenso, convirtiendo 9 goles. También marcó un gol en el campeonato del título de 1913.

Carnet de socio de Jorge Luis Hirschi.

Esta baluarte de la institución también era jugador, junto a su hermano Oscar, de los campeonatos de pelota paleta representando a Estudiantes. Y fueron los principales impulsores del Rugby y del Tenis en el Club.

Después de retirarse como jugador, se alejó 3 años del club para ejercer la medicina en La Pampa y retornó para asumir la dirección de la institución. Ejerció la presidencia desde 1927 hasta 1932.

Don Jorge Luis Hirchi.

Bajo su mandato, se realizaron obras trascendentales en el estadio de 1 y 57. Se embelleció el predio, se colocó el embaldosado, el alambrado olímpico, se construyó 123 metros de gradas con 17 escalones y el bajo tribuna sobre calle 1 y se inauguró la pileta de natación reglamentaria detrás de la tribuna oficial del estadio y un restaurante estilo Tudor. Hirschi también logró anexar los terrenos de 1 y 54, por donde pasaba el tranvía, cuya concesión era propiedad de Tettamanti, otro distinguido pincharrata.

Cuando asumió la presidencia, el club contaba con alrededor de 300 socios y lo hizo crecer de manera espectacular, llegando a contar con 8000 pinchas asociados, un desarrollo institucional que no tenía parangón en el ámbito nacional. Hirschi también promovió el arribo de una importante masa societaria conformada por mujeres.


En su gestión, el club no sólo se proyectó competitivamente con la insuperable línea ofensiva de Los Profesores, sino que posicionó a Estudiantes como una entidad social ejemplar y prestigiosa.

Como homenaje a este legado, desde agosto de 1970, el estadio lleva su nombre.

Plaqueta del viejo estadio de 1 y 57.

Fuente: 1101905-2015, p. 23.
El Día: Jorge Hirschi: emblema histórico de Estudiantes




Figurita difícil (III): Juan Gerónimo Colombo, un León en las Malvinas


Jugó apenas 10 partidos en la Primera de Estudiantes. Integró el plantel del equipo bicampeón de 1982/1983. Sin embargo, no pudo triunfar en Estudiantes, ya que su carrera futbolística quedó truncada por un hecho extra deportivo: la guerra de Malvinas.

Podríamos intentar escribir una semblanza de Juan Colombo, pero la verdad, él cuenta su historia mucho mejor:


Fútbol y Guerra


"Soy Nacido en Roque Pérez, Provincia de Buenos Aires. Llegué al Pincha en enero de 1981, procedente del club Pedernales de la liga de 25 de Mayo. Un amigo, Carlos Ruiz, me llevó y allí me vio Humberto Zucarelli, a quien había enfrentado en la liga veinticinqueña. Él recomendó mi contratación, pero por esos días se me venía la colimba y el club tramitaba para que yo la haga en el Regimiento de Infantería 7 de La Plata para poder entrenar. Jugué ese año pocos partidos y cuando salí en la primer baja, terminaba el torneo de inferiores. Arranqué el ’82 practicando varias veces contra la Primera. Bilardo me vio y me citó a fines de marzo para integrarme al plantel profesional en City Bell" 
“Mi llegada a Primera coincidió una semana después con la recuperación de Malvinas y en vez de ir al country, terminé en el regimiento. El 15 de Abril ya estaba en las islas. Claro, en un principio creíamos que todo se iba a solucionar, hasta que un 1º de Mayo comenzaron los bombardeos y ahí nos dimos cuenta de que los ingleses no iban a negociar nada".
Relato de Juan Colombo sobre su estadía en las islas Malvinas,
tomado del libro "El Veraz del Fútbol".

Después de la guerra


“Estudiantes solicitó a la AFA una prórroga, ya que a fin de año debían hacerme contrato o dejarme libre y debido a que yo era ex combatiente tal vez se podía hacer una excepción. La respuesta fue negativa y ahí me di cuenta de lo duro que iba a ser para muchos reinsertarse a la vida normal. Esta indiferencia de muchos sectores hacia nosotros, principalmente del Gobierno, explica la dura realidad de muchos veteranos. Al día de hoy se suicidaron 354, muchos de ellos seguramente empujados por el olvido y la indiferencia. Yo tuve la suerte de retomar el fútbol y estar en un club maravilloso como Estudiantes de La Plata. 
Después de recuperar los 9 kilos que había perdido y a punto de volver a entrenar, una inoportuna hepatitis me postergó 4 meses de los entrenamientos, pero por suerte me recuperé, rendí bien en las prácticas y a fin de año me hicieron el primer contrato. Hoy puedo decir que ahí comencé a recuperarme de lo vivido en una guerra, porque de haberse frustrado ese sueño no sé qué hubiera pasado conmigo. 
Debuté el 3 de abril en cancha de Instituto frente a Unión San Vicente de Córdoba por el Nacional 83 (el Pincha campeón frente al Rojo). Ese día debutaron Craviotto, Islas, Jeannoteguy y Astudillo entre otros. Los titulares estaban jugando la Copa. Me tocó estar en un par de partidos más, también el Esperanza ’84, el Proyección ’86 que se televisaba por canal 11 y luego, en el Metropolitano hice varios goles en Reserva y Eduardo Manera comenzó a alternarme en Primera. Tuve encuentros muy buenos como contra River, Racing de Córdoba y Argentinos, pero no pude marcar y en la anteúltima fecha, contra Chicago en Mataderos, me desgarré. 
Un mes después, en la pretemporada de Miramar se me resintió la lesión y me llevó 2 meses curarla. Volví a jugar en Reserva, algún que otro partido en Primera ingresando desde el banco, y cuando ya me estaba asegurando un lugar después de un gran partido en La Plata contra Huracán que nos dejaba punteros, vamos al mundialista de Córdoba contra Instituto y allí me rompí los cruzados, menisco y lateral interno. Como si me hubiera agarrado un camión. 
Me demandó 10 meses volver a jugar en Reserva, pero me costó bastante. Ya no volví a Primera. En 1986 pasaron varios técnicos: Ramos Delgado, Zucarelli y Malbernat, pero ninguno me tuvo en cuenta y decidí irme. A pesar de eso, Estudiantes me renovó el contrato y me explicaron que el día que consiguiese club, me podía ir. Un tremendo gesto que no me extrañó, porque el Pincha es una familia que se extraña cuando se deja”. 
Entrevista realizada para el sitio web oficial del club Estudiantes de La Plata en el año 2016.

Despedida de Estudiantes


“Luego fui a Ferro de General Pico (1987/88) a Jugar el Nacional B. No llegué a terminar el campeonato porque hablé mal de los dirigentes y me rescindieron el contrato. De allí rescato lo mejor, haber sido dirigido por un gran técnico y mejor persona: Pancho Ferraro. 
Después Luis Islas me llevó entrenar al Rojo y cuando lo vendieron a España, me llevó a practicar al Logroñés pero ya mi rodilla estaba fallando demasiado y después de unos meses, regresé y dejé el fútbol a los 26 años. 
Siempre veo el medio vaso lleno y a pesar de las lesiones y contratiempos, cumplí mi sueño de jugar en Primera. El fútbol me salvó la vida y conocí mucha gente por esta actividad, como las familias Peters, Craviotto, Islas, Bilbao y varios más que me ayudaron en momentos bravos". 

Juan Colombo: en el Regimiento (a la izquierda) y en el Monumental.

En la actualidad Juan Colombo dirige el fútbol infantil del club Atlético, en su Roque Pérez natal.





Personas y personajes del tablón (III): El vendedor de revistas


A principios de la década del '90, conocí a otro personaje de las canchas argentinas. Nunca supe su nombre (según algunos comentarios se llamaba Luisito), para mí era simplemente “el vendedor revistas”. Se lo solía ver en el viejo estadio de tablones de 57 y 1 cada vez que había algún partido importante. Pero también se lo veía en los estadios de Capital o Avellaneda, cuando jugaba el Pincha.

Como se puede apreciar en el vídeo, el hombre era un bohemio, casi un poeta. Escucharlo hablar era un placer, cada comentario suyo irradiaba sabiduría. Una vez le preguntaron por qué se dedicaba a vender revistas y el tipo contestó:  “Lo hago por ternura… yo nunca le pedí trabajo a nadie”. Pincha hasta la médula, reconoce que no viene siempre "porque cuando vengo lloro" y que Estudiantes, para él, significa "toda mi vida". Sin dudas, un crack para declarar.
"Un conjunto ordenado. La hinchada, los dirigentes, directores técnicos, todos en armonía para encontrar la luz necesaria que necesita la ciudad de las diagonales. En fin, Estudiantes siempre fue un CLUB ROMÁNTICO, por eso armonizó siempre las cosas […] Es una esencia pura […] Vuelve en el tiempo necesario, donde entra a gobernar el materialismo y Estudiantes regresa [...] Se juntaron todos y elevaron todos de vuelta a la ciudad de La Plata. Eso es esencia pura. Quiere decir que la gente todavía mantiene la mente fresca… ante tantas monedas que a veces cambian las cosas".
Toda la sabiduría del "vendedor de revistas". Personaje inolvidable.

Su puesto ambulante se llamaba “Olvidados inolvidables”. Como soy coleccionista de corazón, no podía dejar de parar en el rincón donde este querido personaje desplegara sus revistas. Hasta recuerdo haberle comprado alguna y después tener que cargarla (y cuidarla) durante todo el partido.

Ojeaba las revistas mientras charlaba con el hombre, porque charlar con él era un verdadero placer. Para un pibe como yo (entre 20 y 25 años en aquella época), el tipo era una enciclopedia de anécdotas. Pero además, irradiaba ese aura propio de los bohemios, de habitué de los café, de figura del tipo de “Polémica en el Bar”.

Desconocido bohemio del tablón, que tantas revistas aportaste a mi colección, vaya para usted este sincero homenaje.




Cracks pincharratas (II): “Nolo” Ferreira, el piloto olímpico


Ferreira en Argentino de Trenque Lauquén
Nacido en Trenque Lauquen, Manuel Ferreira se inició como futbolista en el Colegio Politécnico de su ciudad natal y, más tarde, en el Foot Ball Club Argentino, donde debutó en Primera División con tan sólo 16 años. En 1924 llegó a esa ciudad un equipo platense con mayoría de Estudiantes universitarios denominado “Apolo”, integrado por varios jugadores de Estudiantes de La Plata (como los hermanos Calandra o Emir Mercader) que se midió con Argentino de Trenque Lauquen. El joven Ferreira, de 19 años, fue la figura destacada y Argentino ganó 1 a 0.

Los jugadores pinchas quedaron impresionados por la habilidad de ese jovencito y lo recomendaron para una prueba en Estudiantes. La primera prueba no fue buena, ya que el 9 de julio de 1924 Estudiantes perdió 1 a 0 con Sport Almagro. Los dirigentes cuestionaron su estilo, al punto de querer dar por concluido todo, pero la tenacidad de Jorge Calandra lo impidió. Ferreira jugó el domingo siguiente, mejoró, y en el tercer partido, en cancha de Ferro contra el local se consagró: no sólo brilló sino que marcó tres goles.

En las líneas de cinco delanteros existía un entreala, derecho o izquierdo, que se atrasaba un poco para buscar la pelota y era el que gestaba el juego. Los otros cuatro rara vez pasaban de la mitad hacia atrás. En el Estudiantes de Los Profesores el que hacía esa tarea era Ferreira.

Rápidamente, Nolo se convirtió en pieza fundamental de su equipo. Además de su destreza y habilidad sin igual, sorprendía por su inteligencia, con o sin la pelota. Era el cerebro creativo y líder entre sus compañeros. Se sabe que en aquellos tiempos –fines del amateurismo y comienzos de la era profesional–, los equipos no tenían director técnico; ergo, Nolo cumplía las dos funciones al mismo tiempo: planificaba jugadas y dirigía los entrenamientos; indicaba a sus compañeros desde dónde arrancar y dónde ubicarse dentro de la cancha, inclusive muchas veces los directivos lo consultaban a la hora de tomar decisiones…

Jugó en Estudiantes desde 1924 hasta 1933. Luego fue transferido a River Plate, para volver al Pincha hasta 1936, año en el que se retiró de la práctica activa del fútbol debido a una lesión en los meniscos.

Foto Revista El Gráfico (1925).

En Estudiantes, desde el comienzo del profesionalismo en 1931, jugó 81 partidos y convirtió 26 goles. En su extensa campaña en el Club logró destacadas actuaciones, consagrándose subcampeón en el último torneo amateur de Primera División, en 1930, y 3º en el Campeonato de 1931, donde Estudiantes, pese a no coronarse, convirtió 104 goles y fue el equipo más efectivo del certamen. Es, además, uno de los diez máximos goleadores de la historia del Club en sus 110 años, con una efectividad de un gol cada dos partidos.

En la década de 1920, con música de Agustín Paredes y letra de Carlos Deamici, se difundió un tango en su honor que llevaba su nombre y destacaba “su estética impecable y su técnica sin par”.

Figura del fútbol argentino durante aquella época, sus destacadas actuaciones hicieron que fuera convocado a la Selección. Con el conjunto nacional fue campeón de los Sudamericanos (actualmente Copa América) de 1927, disputado en Lima; y de 1929, jugado en Buenos Aires. También fue capitán y entrenador del plantel que participó de los Juegos Olímpicos de Ámsterdam, donde Argentina obtuvo la medalla de plata, tras perder la final ante Uruguay. En este certamen se ganó el apodo de “Piloto Olímpico”, ya que ubicado como centrodelantero se encargaba de conducir y finalizar los ataques del equipo. Dos años más tarde, en el primer Mundial de la historia, disputado en Uruguay en 1930, también fue el capitán del conjunto que finalizó subcampeón del mundo. En total, con la Albiceleste disputó 21 partidos y convirtió 11 tantos.

Los Profesores, un quinteto histórico.

Retirado de la práctica profesional, fue técnico solamente en 1955, a pedido de los dirigentes del conjunto platense, donde consiguió los puntos necesarios para evitar el descenso del equipo. Además, ejerció su profesión de escribano, la cual alternó con comentarios de futbol y trabajos para La Nación y Clarín, medio por el cual viajó a los Mundiales de Suecia 1958, Chile 1962, Inglaterra 1966 y México 1970.

Falleció a los 77 años en un hospital de Barcelona, España.




Figurita difícil (II): El “flaco” Nardoni


Entre aquellos jugadores que pasaron por nuestra querida institución sin cubrirse de gloria, hoy nos toca recordar a Máximo Raúl Nardoni.

Oriundo de Pergamino, el “Flaco” –como lo conocían todos– fue uno de esos jugadores rústicos que no descollaba por nada en especial. Podía desempeñarse como mediocampista de contención o como marcador central en la defensa. 

No tenía mucho aspecto de jugador de fútbol; más bien podía pasar por el hermano de "Globulito". Flaco, alto, lento, medio encorvado, cometía muchas faltas en la marca. Sin embargo, tenía un gran despliegue y sacrificio, por lo que, de a poco, se fue ganando el cariño de la tribuna. Le costó bastante al principio, porque la “torpeza” de sus movimientos fue lo primero que observó el hincha en la flamante adquisición. Sus rechazos provocaban más de una sonrisa socarrona en la tribuna y sus infracciones… “el flaco siempre hace faul”, decía un veterano del tablón.

Debutó en Renato Cesarini en 1982. En 1983 jugó en Instituto de Córdoba y en 1985 pasó a Atlanta. Después jugó en los equipos de Ferro y Cipolletti de Río Negro, hasta que recaló en Estudiantes.

El "flaco" Nardoni con la camiseta de Cipolletti.

En el Pincha, le tocó integrar equipos bastante flojos. Llegó de Cipolletti de Río Negro para la temporada 1988/1989, junto al arquero Marcelo Yorno, y se mantuvo hasta finales de 1990, cuando ya se empezaban a avizorar los negros nubarrones que terminarían en el descenso de 1994.

Estoy seguro que cuando se fue, nadie lo extrañó. No era un Madero o un “Tata” Brown. Pero a pesar de las limitaciones en su juego, el “flaco” Nardoni fue un tipo que se hizo querer por la familia pincharrata. Recuerdo un gol suyo en Estudiantes, que la tribuna lo gritó como el de Brown a Vélez o el Alayes a Arsenal. Y no porque ese gol definiera algo, sino porque por fin, el “flaco” Nardoni, ese jugador espigado y medio torpe, había podido marcar un gol.

Luego de su partida del Pincha pasó por Sarmiento de Junín y Douglas Haig de Pergamino –su tierra natal– donde jugó hasta la temporada 1998/1999. Se retiró a los 41 años.

Lamentablemente Máximo Nardoni  falleció en confusas situaciones el 15 de enero de 2009, a los 52 años de edad, en la ciudad de México, donde se desempeñaba como preparador físico en el club Pachuca. El ex futbolista fue encontrado sin vida en una zona rocosa donde habría sufrido un accidente cuando realizaba actividades físicas.

No habrá sido un crack, pero hoy les puedo decir a los más jóvenes, que “yo vi jugar al flaco Nardoni”.




Personas y personajes del tablón (II): Marta Atienza, la abuela de Estudiantes


Si bien no llegué a conocerla en persona, siento como si la hubiese conocido. En la década del 80, cuando yo iba a la cancha, todo el mundo la conocía. La “abuela Marta” era una verdadera institución dentro de Estudiantes de La Plata. Todavía recuerdo con claridad el homenaje que se le hizo en la cancha, el partido posterior a su fallecimiento en febrero de 1991. Fue algo realmente emocionante. Y ahora este humilde blog también le rinde su homenaje a "la abuela de Estudiantes".

Marta Atienza fue una mujer admirable. Imposible no quererla. "La abuela soltera de Estudiantes", como la bautizara el periodista Mercurio, siempre estaba envuelta en la bandera albirroja y la vieron así pasar por la mayoría de las provincias de nuestro país, varias países de América y algunas naciones europeas.
"Lo de la «abuela soltera de Estudiantes» viene de la época de las Copas, cuando viajé a Colombia en 1968 para ver el partido contra Millonarios en Bogotá, que ganamos 1 a 0 con gol del Bocha Flores. Allí viajamos 18 personas, y nos alojamos en el hotel Aristi, junto al plantel de jugadores. Recuerdo que el doctor Leandro Sánchez tenía una bandera que decía «Berisso Presente», y que Oscar Pasarelo tenía otra similar de City Bell. Pero de La Plata no había ninguna, por lo que tuve que comprar unos metros de género y bordarle la incripción de nuestra ciudad.
Eso ocurrió en la puerta del hotel donde también se alojaban los periodistas que habían viajado para cubrir el partido. Muñoz comenzó a decir por radio que mi actitud le recordaba a la llevada a cabo por las Patricias Mendocinas en el Cruce de Los Andes. Luego se me acercó Mercurio, de El Día, y me preguntó si no me molestaba que me llamara abuela, a pesar de ser soltera. Le dije que no, y a partir de allí todos comenzaron a llamarme así. Pero quiero recalcar que la verdadera «abuela de Estudiantes» fue la señora Cipriana de Salerno, que se sentaba en la platea 29 y que falleció en el año 65".

Marta Atienza había nacido en Trenque Lauquen. Su padre era jefe de correos y ella comenzó a trabajar como telegrafista, ocupación que la trasladó a la ciudad de La Plata. Su pasión por Estudiantes comenzó en 1944, cuando con un grupo de compañeros de trabajo fueron a ver al Pincha, que esa tarde jugaba con San Lorenzo. En ese encuentro, donde jugaban entre otros Villa, Pelegrina, Infante, Ogando y Garcerón, el Pincha perdió por 3 a 1, pero ganó desde ese mismo momento a quien sería su "hincha" más representativa, ya que desde ese día nunca dejó de ir a la cancha para alentar la camiseta de sus amores.

Siguió al equipo hasta en el ascenso ("en el '53 me ví todos los partidos, y una de mis más grandes alegrías fue cuando le ganamos 7 a 0 a Chacarita, y ascendimos"). Después llegaría la época de gloria y, por supuesto, la Abuela Marta –ya jubilada del telégrafo– estuvo firme junto al equipo. A pesar de su humilde jubilación, sacó infinidad de préstamos para seguir a su querido Estudiantes por América y Europa. Su mayor desilusión fue no poder estar en el encuentro frente al Manchester, en Inglaterra, donde Estudiantes logró su mayor hazaña.

En las décadas siguientes continuó yendo a alentar a Estudiante a todas las canchas, hasta su fallecimiento en febrero de 1991. Un día triste para la familia pincharrata, que, al partido siguiente, le tributó un cálido homenaje que ha quedado grabado en mi retina. Desde mi lugar en la cabecera de 55, pude ver como, antes del comienzo del partido, el capitán del equipo Roberto Trotta –mientras la voz del estadio anunciaba la trágica noticia– accedía al sector de plateas de calle 1 y colocaba una ofrenda floral en la platea que ocupaba siempre la abuela Marta. Hubo un respetuoso minuto de silencio y, al final, el estadio entero la despidió con un aplauso.

El capitán de Estudiantes Roberto Trotta ante la platea de la abuela Marta.

Tal vez, en ese momento de juventud no valoré en su correcta dimensión lo que estaba presenciando. Hoy, casi tres décadas más tarde, me doy cuenta que tuve el enorme privilegio de estar esa tarde en la cancha y vivir un momento histórico en la vida del club. Creo que todos los sentían así. Por eso, cuando comenzó el partido, lo primero que gritó la hinchada fue: "se siente, se siente, la abuela está presente".

Fuentes: Estudiantes del Mundo. 100 años de Copas, p. 120 y Revista Estudiantes de América y del Mundo, N° 5, pp. 30-31.



Grande entre los grandes (I): Carlos Salvador Bilardo


"Todos los días de la semana en los entrenamientos, de dos a tres de la tarde, hacía que el Bocha Ponce le tirara centros a Hugo Gottardi para que cabeceara. Todos los días. Fuimos a jugar a Córdoba: en medio del partido, Ponce tira un centro y Gottardi de cabeza convierte. A la mañana siguiente leo en un diario: «Con un oportuno cabezazo gano estudiantes». ¿Oportuno? ¡Hacía cuatro meses que los tenía todos los días tirando centros y cabeceando!"
Junto a Osvaldo Zubeldía, el Narigón Bilardo es el entrenador más destacado de la historia de Estudiantes. Y uno de los dos únicos técnicos argentinos que lograron consagrarse Campeón del Mundo con el Seleccionado nacional (Mundial de México 1986).

En 1965 fue fichado por Estudiantes de La Plata, equipo con el que ganó un campeonato Metropolitano en 1967; tres Copas Libertadores de América en los años 1968, 1969 y 1970, la Copa Interamericana de 1969 y la Copa Intercontinental de 1968, además de ser dos veces finalista de la Copa Intercontinental de Clubes. Bilardo se retiró como futbolista al finalizar la temporada 1969/1970 en Estudiantes.


Su carrera como técnico empezó de inmediato en Estudiantes de La Plata como segundo entrenador de Osvaldo Zubeldía. En 1971 asumió como director técnico y logró evitar lo que parecía un descenso seguro de Estudiantes. Luego volvió a ocupar la misma función en 1973 y en 1975 logró el subcampeonato Nacional, terminando invicto detrás de River Plate.

En el año 1982 tuvo otro regreso a Estudiantes, donde formó un equipazo (el que jugaba "con tres 10") para ganar el Campeonato Metropolitano de ese año, con una forma de juego novedosa para la época.

Gracias al extraordinario torneo realizado con Estudiantes, se convirtió en el seleccionador del equipo nacional argentino, con el que se proclamó campeón de la Copa Mundial de fútbol de México 1986. Cuatro años más tarde, volvió a llevar a la Selección Argentina a la final de un Mundial, en Italia 1990, cayendo en un polémico partido ante la Selección de fútbol de Alemania.


Bilardo volvió a Estudiantes de La Plata en 2003. En aquel año, el club estaba al borde del descenso, pero bajo su conducción el equipo se repuso de esa grave situación y se quedó en Primera. Permaneció en el cargo hasta junio de 2004, cuando decidió retirarse de la dirección técnica, dejando un grupo de jóvenes futbolistas consolidado que serían la base del campeón del año 2006.
"Al equipo le pido concentración. Un médico tiene que estar doce horas concentrado para que no se le muera el paciente; yo pido 90 minutos nada más".
Meticuloso, obsesivo, no dejaba nada librado al azar. Pionero del uso del vídeo en el fútbol (arrancó con una cámara Súper 8) y heredero del sistema de juego creado por Zubeldía, ensayaba con sus jugadores todas las variantes del juego, especialmente la pelota parada.

Su influencia e importancia en el fútbol es tan grande que trasciende a Estudiantes de La Plata e, incluso, a la Argentina. Bilardo es un referente del fútbol mundial formado en la Escuela de Estudiantes.

Fuente: 1101905-2015, p. 141.



Cracks pincharratas (I): la bruja Verón, el de los goles mágicos


"Lo de «Bruja» arranca en la cancha de Independiente, allá por el '59 o '60. Jugábamos un partido de novena división y Hugo Mercerat me empezó a llamar «Bruja»"
Juan Ramón Verón, "la Bruja", nació en La Plata el 17 de marzo de 1944. Surgido de la cantera de Estudiantes, su debut en Primera División se produjo el 12 de diciembre de 1962, con edad de quinta, cuando el equipo albirrojo caía frente a su par de Boca Juniors 4 a 2, en la Bombonera. Ese fue el único partido que jugó en esa temporada.

El habilidoso puntero izquierdo y su zurda mágica volvieron en el año '65 con la llegada de Osvaldo Zubeldía. Desde ahí no salió más y se convirtió en uno de los máximos ídolos de la hinchada pincharrata.

Ese mismo año anotó el primer gol. Fue el 25 de abril de 1965, cuando a los 9 minutos del primer tiempo vulneró la resistencia de Righi en el encuentro que Estudiantes perdió de visitantes con Bánfield 3 a 2.

La Bruja fue la estrella del club y la carta fundamental de Estudiantes en la época dorada, con un Campeonato Metropolitano, tres Copas Libertadores, una Interamericana y una Copa Intercontinental. Verón siempre apareció en los momentos culminantes de esas competiciones.

La Bruja Verón en Estudiantes de La Plata.

En 1966, durante una gira por Centroamérica, reforzó para un partido al Alianza de El Salvador, en un encuentro memorable contra el Santos de Pelé, que ganó 2 a 1 con un gol de la Bruja que fue la figura de la cancha.

En 1972, fue transferido al Panathinaikos de Grecia, donde convirtió 22 goles en 57 partidos. En 1975 volvió al Pincha y fue subcampeón Nacional de la mano de Bilardo. Durante un año, conformó una fantástica dupla de ataque con el "Fantasma" Benito.

En 1976 comenzó su exitosa trayectoria en el fútbol colombiano donde integró por dos temporadas el Junior de Barranquilla, mientras que después tuvo un fugaz paso por el Cúcuta. En el Junior de Barranquilla fue jugador y técnico en la final del '77 que coronó por primera vez campeón al equipo costeño.

La Bruja Verón en el Junior de Barranquilla.

En el Metropolitano del 80 se reincorporó a Estudiantes donde dejó la práctica activa del fútbol profesional. Jugó su último partido con la camiseta albirroja el 22 de noviembre de 1981, con victoria como local ante Atlético Tucumán por el campeonato Nacional.

En Total, la "Bruja" Juan Ramón Verón jugó 324 partidos en Estudiantes y marcó 90 goles. Algunos de ellos realmente memorables, como el de la final del Metropolitano del 67 a Racing, el de la final de la Libertadores del 68 a Palmeiras o el de la final de la Copa Intercontinental del 68 al Manchester en Old Trafford.

Fuente: Estudiantes del Mundo. 100 años de gloria, pp. 139-140 y 1101905-2015, p. 127.

Goles de la Bruja Juan Ramón Verón (Parte 1).

Goles de la Bruja Juan Ramón Verón (Parte 2).




Figurita difícil (I): Tarnawski, el arquero que hacía vista


Por el Pincha pasaron muchos cracks y destacados jugadores que escribieron páginas de gloria en nuestra institución. Pero también pasaron otros, menos relevantes, menos destacados. Por diversos motivos, estos jugadores, en algunos casos, también se hicieron sentir en nuestra historia. Y aquí los recataremos para todos ustedes.

Arrancamos con un arquero nacido en Ucrania, que en esos tiempos formaba parte de la URSS. Este arquero "soviético" se llamaba Vladimiro Tarnawski y tuvo un fugaz paso por el Pincha en 1963. Nacido en Kiev en 1939, emigró junto a su familia a la Argentina a los 12 años.

Era el arquero de la reserva y en el año 1963, llegó a disputar 8 partidos con la primera de Estudiantes. Lógicamente, lo apodaban "el ruso".


El escritor y periodista Gabriel Báñez nos deja su recuerdo de este arquero:
"Nadie lo recuerda, es casi imposible. Yo sí, y por eso alguna vez se convirtió dos veces en personaje. Pero lo recuerdo por un dato menor, soplado una tarde de tribuna sobre la cabecera de 55. Tarnawski se llamaba, creo que con i latina, y en la década de los 60 –antes de que Estudiantes entrara en la hazaña copera–, atajaba en la reserva, a veces en primera, claro, cuando le tocaba entrar de suplente. Aunque una temporada, me parece, fue titular.
No era un gran atajador, tampoco un volador como Roma, mucho menos el amo feudal del área, como Amadeo. Peor aún: ni siquiera tenía apellido de arquero, como aquel Marrapodi de Ferro que venía en las figuritas. En realidad, bajo los tres palos, Tarnawski no se destacaba por ninguna cualidad en especial. Salvo por una. Pero nadie, casi nadie, llegó a descubrirla jamás. A mí ese domingo contra Atlanta creo que se me hizo patente. Para toda la vida.
Iban veinte minutos del primer tiempo y los bohemios nos daban baile y chacarera, como escribía el gran Mercurio en sus crónicas de los lunes. Atlanta tenía uno de los mejores semilleros del país. Otros tiempos. En eso el titular se lesiona –no importa quien, importa los de abajo, los gloriosos suplentes–, y le llega el turno a Tarnawski. Todavía puedo verlo: atravesó la cancha muy seguro, pisando firme, despacito, como imponiendo respeto y seguridad. El árbitro lo apuraba, pero él nada. «Tranquilos –parecía decirnos–, acá hay un arquero». Cada tanto flexionaba las muñecas, se soplaba el jopo a la gomina, y alzaba la mano a la tribuna. Nadie lo saludaba. Al contrario. Temblábamos de terror. «Nos van a llenar la canasta», dijo alguien. El hombre se ubicó bajo los tres palos, estiró los brazos en T, y buscó la perspectiva del punto penal en el medio. No marcó la proyección de los postes, no se acostumbraba en ese tiempo. Tampoco, a Dios gracias, existían los que a la gambeta le decían regate.
Esa tarde Atlanta nos dio una salipa infernal. No vimos una. Pero el partido terminó 0 a 0. Un milagro. No lo podíamos creer. Hasta que un viejo de la época de Infante, mientras bajábamos de los tablones, no va y me toca el hombro y me dice: «Te das cuenta, pibe, gracias a Tarnawski salvamos la ropa». Lo miré con cara de idiota: cuatro tiros en los palos, dos en el travesaño y como diez o doce que habían lamidos los postes. Y Tarnawski nada: ni voló, ni contuvo, ni amagó a cortar siquiera. Clavado y pintón como una estaca. «Tuvimos más culo que cabeza», creo que dije. El viejo sonrió canchero. «Vos no entendés nada, pebete, ni siquiera te diste cuenta de lo que hizo ese arquero». Pensé que me cargaba. «No, la verdad que no», dije. El viejo señaló el arco, sacó un Imparciales, y lo encendió campante. «Estuvo haciendo vista, pebete, Tarnawski estuvo haciendo vista».
Fue mi primera lección de tablón, jamás pude olvidarla. Pero tuvieron que pasar años para llegar a comprenderla en su exacta dimensión. Es cierto, ese domingo Tarnawski había estado haciendo vista. Claro que en aquel entonces «hacer vista» era demasiado futbolero y literal para mí: quedarse clavado bajo los tres palos mientras la pelota pasaba, rozaba, rebotaba, se estrellaba. Como había hecho Tarnawski, como sigue haciendo a la distancia.
Por eso hoy, que pasaron los años,que Estudiantes vuelve a la tradición y a la estirpe de las copas, se me hace que «hacer vista» es tirar la pared de la memoria atrás y poder ver a todos aquellos que hicieron grande al club, aquellos que con su sola presencia no lograron destacarse, pero que, como Tarnawski, estuvieron, reemplazaron, la remaron de abajo y fueron ilusión o suerte, vaya uno a saber, para los de las tribunas. hacer vista en el arco o en el tiempo es también empezar a reconocer a esa legión de tantísimos que, desde el casi anonimato,hicieron de relevo para que otros –muy merecidamente–, brillaran, pasaran la escoba o dictaran cátedra desde el medio campo. Casi de memoria sabemos esos nombres subrayados con laureles, pero es en los Tarnawski donde también descansa la historia más digna y silenciosa del club. Como mi emoción entera de aquella tarde del 0 a 0 contra Atlanta. Ningún milagro, entonces, aquel domingo empatado entre los postes: para mí, el mejor jugador de Estudiantes, el más grande todos los tiempos, fue y será Tarnawski. Aunque nadie lo recuerde" (Fuente: Estudiantes del Mundo. 100 años de Copas, p. 121).




Personas y personajes del tablón (I): Raúl Bernechea, "el pelapapas"


Después de 4 décadas siguiendo al León, uno ha llegado a conocer a muchas personalidades ligadas al club: jugadores, técnicos, dirigentes... y los locos más lindos, los de la tribuna.

Así fue como de pibe, con 9/10 años, cuando mi abuelo Regino Mendoza me llevaba a ver al equipazo de 1982/1983, me llamó la atención en la tribuna un personaje singular: el hombre lucía ropas extrafalarias para mí (murgueras) y lanzaba llamas por la boca. No, no era uno de los dragones de Games of Thrones, era un hincha llamado Raúl Bernechea, popularmente conocido como "el pelapapas".

Raul Bernechea, Pincha "de la popular", como se definía, era del barrio de 32 y 122 y de pibito se enamoró de Estudiantes de La Plata, al igual que muchos de sus 20 hermanos. De joven empezó a trabajar de ayudante de cocina donde se ganó el apodo que lo identificaría toda su vida: El Pelapapas.


Participaba con varios compañeros del tablón en la comparsa "Los muchachos del año verde". A fines de los años '60 lleva su "show" a la tribuna e instaura una tradición en el tablón Pincha: "Me disfrazo, bailo, aliento y divierto para olvidarme lo que se sufre en la vida", diría.



Humilde y laburador, llegó a vender la heladera, la bici y el tocadiscos para viajar a la final de la Copa Libertadores de 1968 en el Centenario, y a poner en venta la casa que se estaba construyendo para viajar a Inglaterra: "Mi madre estuvo una semana llorando y al final no la vendí".

"Un espectáculo inédito, pintoresco y algo peligroso", diría el Gordo Muñoz, que lo bautizaría como "El hombre lanza fuego" en varias de sus transmisiones, o a saber de la revista Goles, "El lanzallama humano".

Raúl Bernechea "el pelapapas" en acción.

"Para la final del del Torneo Metropolitano de 1982, en Córdoba, no tenía un centavo y saque un prestamo grande para viajar, mis amigos me decían, «guardate algo para terminar la casita, no te la patines toda, Pela», pero al final me la gasté pagándole a varios muchachos que no tenían para viajar".

"En esa final contra Talleres era tal la locura que tuve mi primer accidente. No me dejaban pasar la botella de kerosene y me la pasó una señora en su paraguas, y después, haciendo el show, me quemé toda la boca y me tuve que hacer una dentadura postiza".


A pesar de su edad, siempre siguió con su vestimenta "murguera", su baile característico y el apoyo incondicional a su León amado. Un tipo respetado y querido por todo el Pueblo Pincharrata.

En sus últimos años, a pesar de no estar en la tribuna, siempre se hacía presente, como en los festejos por el centenario del club o las marchas por la construcción del estadio. "Ya no tengo a nadie, bueno lo tengo a Estudiantes que es todo".

Su último traje, el que usó en los '90 y '00, se encuentra como merecido homenaje en la sede social del club.


Y como no podía ser de otra manera, siguiendo la tradición de la tribuna, los dos "lanzallamas" de hoy en día le rinden su merecido homenaje.




Info e imágenes tomadas del Twitter "Camiseta Pincha" (espero que sepan disculpar el "chorreo"): https://twitter.com/Camiseta_Pincha/status/1249719272756183040